martes, 25 de agosto de 2015

Residuo

Cuando yo amaba a Celan y tenía fuerza
y vigor para defenderle
de la poesía de otros,
aquellos arribistas que se atrevieron
con el arado de la pluma a rasgar el papel
que el poeta dejó en silencio,
como una seda húmeda en la noche,
letras de agua bajo el puente Mirabeau
en París y primavera.
Cuando yo aún tenía fuerzas
y no era un residuo gris
y las mujeres amaban mi cintura
de revólveres.
Y los poemas inmensos de Pablo de Rokha
clavados en el pecho
eran una sábana azul de cielos
inconclusos.
Cuando todo lo que amanece
ya amaneció por los siglos de los siglos.