Ya son más de las doce, son más
de las trece. Casi las catorce. Últimamente me levanto tarde por razones
personales que no vienen a cuento y los blues de las noches se presentan con
doce horas de retraso. Este blues se lo dedico a mi compañera. A ella. Este
blues de mi querido y admirado Rory se lo dedico a Lola, que me estará
escuchando, a Bipolar que me estará viendo, a las amapolas que nacerán esta
primavera. A Nines, que quiere leer, leer. A Carmen Muñoz que comparte admiración por el bluesman irlandés. Al
ruido. A la furia. Este blues está dedicado a las personas que me quieren,
porque sí, porque también, por qué no. A Juli, a Manoli. A Anxo Manoel, que no para de hacer blues. A David, que hace
música, incluso cuando te mira. A los cinamomos que dejamos en el pasado como
si fuera pasado. A los cuervos que vuelan sobre los vosques buscando la b que
les llene el buche, ahora que las heladas queman los alimentos. A Xela, que me
regala blues. A Jorge, que los hace con la palabra. A los pobres. A los
asalariados, que también son pobres. A Lenin que siempre se equivoca, porque no
supo salvarnos. A los barcos de pesca. A los peces. A la contradicción de
ambos. A Trostky que sufrió las consecuencias. A mi admirada Soco. A mi querido
Eloy Sanchéz, que tiene un blues en forma de libro. A Maricarmen, que este año la han
despedido de su empresa después de cuarenta años de duro trabajo, y aún así
sigue sonriendo. A los que se me olvidan porque no me da la gana recordarlos. A
una novia que tuve alemana. A mi madre que le canto blues y sonríe. A Jose, que
trabaja en el diario El Progreso, hace fotos y camina también por el blues. A
Fina, que tiene un blues con su nombre, pero ella no lo sabe. A las putas
amapolas que son rojas y las quieren teñir de llanto. A los que se me olvidan
porque no quiero que su recuerdo me haga sufrir. Al tren. A Miguel por su blues
de este verano. A mis muertos: tengo unos cuantos cientos, muy cerca de mi
historia. A los poetas que me enseñaron a vivir, sin ellos sería un ser mucho
más jodido de lo que ya lo soy. A Félix G. porque lleva un blues dentro. A Ángeles Cortizas, por compartir cientos de blues. A Ana Torres que tiene blues en la cabecera de su cama. A Manuel Fernández, que me enseñó que una
mirada es otra verdad, siempre distinta a la anterior. A la mentira y a la
verdad, que caminan siempre juntas, siempre van en pareja. A los que nunca
mienten. A mi vida, que se merece el reposo de muchos blues. A ella que quiere
compartirla conmigo. A la verdad, porque es revolucionaria. A los árboles. Al
viento, que gracias a él los árboles dejaron de ser sordos y recuperaron el
habla. A Inés González, que también sabe de blues. Y a todos los amigos que
sabemos que nuestro mejor tiempo ha pasado y el futuro se presenta negro como
los cojones de un grillo. A José Horacio Martos: grande. A Amelia Fernández,
prima chiclanera. A Alejandro, un electricista que fue Secretario General de
CC.OO. en el cinturón rojo de Madrid, y sigue de electricista. A los que se me
olvidan porque mi memoria se llena de cadáveres. A los obreros de la
construcción que ahora son burbujitas en las olas del mar. Al Blues.