miércoles, 12 de agosto de 2020

Ventanas

 ¿A qué hora se publica un poema

con garantías de Nobel en este manco mundo?

se preguntaba el ignaro poeta de la noche.

La playa se llena de un tropel de bañistas.

Los corazones de cada uno de ellos, también.

¿Asistimos a una orgía de febriles corazones?


Todos dependemos de una mirada,

del roce más o menos intencionado de un dedo

indicando las fechas mortales de los cuerpos.

Las cocinas del hambre se cierran a las doce

y después de ese hambre clausurada

nadie responderá a la gula febril de tanto miedo.


Esta tierra está llena de carne,

es una carne inocente y sola

desnudándose y abriéndose a cada instante

que sabe de un gusano primordial

y exigente. Se introduce en la boca

como una lengua se introduce en el sexo.

Abre tu ventana. Los armarios se cierran solos

como si dentro de ellos hubiera un espejo

de agua que empuja los deseos y las puertas

hasta las orillas y el azogue de los ríos.


Tras el espejo no existe nunca

una boca deseada que te haga compañía,

que musite: “Tú y yo, un solo y breve instante”.

Afuera está un hombre con los labios pintados,

su carmín es más exigente y preciso

que el estilete de todos los arcoíris

buscando la palabra, el arco y la herida.

Con las ingles marcadas de venas

sensuales, tensas y azules, te nombro:

"Soy el caudal que te lleva".


Un puño cerrado se oxigena sobre una almohada,

de su apretada soledad mana agua azul.

La lengua de los pájaros también tiene alas.

Las reses, las bestias, las acémilas,

duermen en camas de serrín y caoba,

son las cuadras sucias de la noche.

Hay un nácar perpetuo en cada forma,

lo lame un armiño de fuego

y con cada baba va dejando

una podredumbre de colmillos exangües.