y
soy al margen del hombre
poeta
y
creí que con eso podía conjurar
el
maleficio. La capacidad de modificar
la
belleza, las cosas de la vida,
su trámite indeleble.
Los
días son oscuros
la
noche es perfecta. Un desconocido
no
es un conocido. Es una puerta
cerrada.
Una melodía suena tras ella.
Las
tardes son largas,
las
mañanas inmensas,
un
siglo es un siglo,
los
años pesan, los estúpidos años
que
nada significan.
Así,
el miedo sospecha hasta
cuando
amas, de aquello que amas
con
garantía de fracaso,
ese
título que afianza el dolor
y
ennoblece tu desinteresada entrega.
El
dolor que te parte, el que más deseas,
el
que reconoces como tuyo,
nacido
de ti para él,
ese
dolor alimentándose
de
sí mismo para no fallecer.
Nada
fue mío desde entonces
nada
será mío desde ahora
y
nada en este instante
tiene
dueño.
Guardo
oscuras crisálidas en cajas de madera.
Las
mariposas en otoño mueren de frío.
Las
mías revolotean dormidas
junto
al calor de bombillas encendidas.
No necesitan primaveras.
No necesitan primaveras.
Mi
corazón palpita junto a esas
oscuras
larvas. No temas si después de hoy
una
mariposa negra revolotea dentro de mí.