te dio el sol en el coño.
A las quince y treinta
había bajado la niebla.
Y una nube blanca
atravesó mis labios.
Al borde de la niebla,
siempre fue al borde de la niebla
donde aprendimos a jugar.
Fue un juego dulce y sin trampas,
un juego sencillo de luces y sombras.
Y afuera la calle era de otros.
Y afuera la calle era de otros.