viernes, 6 de marzo de 2020

Papelera

Ayer escribí un poema y lo tire a la papelera. Tengo pinta de alambre inmortal, tal vez soy óxido moviéndome estertor con las manos atadas por ese filferro que va cosiendo mi ánimo de poeta desbardado. Camino esposado a la costumbre. Fotógrafo de la noche, ánimo de culebra, me murmuran las viejas al oído siniestro de la escucha, comulgo con la miga de pan sembrada con esta mano de seda sedienta de rastrojos; pero nunca rezo, huyo de las penumbras y de las penitencias, odio sus haches y sus hachas. Ayer escribí un poema. Este silencio de los nísperos. O el ojo Nepal de las alturas. El papel dulce de las frutas, su envoltura de piel y su escritura, y el alambre triste de las papeleras como residuo de un ay! No tengo a nadie a quien comentar que esta pena sin fondo de papeles, forma parte del arte furtivo del poeta. Cuando me miro en el espejo a veces soy yo el desconocido. Pon con cuidado entre mis brazos tu carne macilenta, descosida, ajada y floja; y en tu quiebro de pérdidas carnales el tacto abandonado de mi mano, y una duda. Siempre una duda cuando la carne no nos llega al hueso principal de la pregunta.

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