Tras un proceso donde placer y dolor luchan por ver la luz, empeñados ambos en precipitarse hacia la luminosa claridad del día, los poemas van conformándose en una especie de desecho. Quizás los restos de un naufragio que acaba de producirse. Con razones o sin ellas, usando coartadas o no, uno siempre intenta purgar sus contradicciones sometiéndolas, con algunos ingredientes de ensoñación, a la catarsis. Alambiques y probetas, con algunas tenazas y martillos son los utensilios que siempre uso en este menester de la poesía.
Tu obligación lector es leerme, más si vieras que no desbordas ilusiones -cosa corriente en estos días- tu obligación es usarme. Usa los poemas como arma arrojadiza y devuélvemelos a vuelta de correo con algunas correcciones, tachaduras, ataduras y empaquetados de emoción y algo de mala leche. El ciclo catártico habrá finalizado. En el caso de que sí desbordes ilusiones mejor para ti. Yo seguiré lleno de defectos.
Y las poéticas no significan ni significaron nada, desde la opinión pragmática que me obligo a tener con la poesía del carajo: intentar ordeñar un rayo de luz para obtener leche. Enos aquí de nuevo, sometidos al abandono de las gratas y aduladoras compañías.
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