Sobre el tapete de hilo hecho de azúcar
se fue depositando una sombra
que surgió de la penumbra
y se cubrió la mesa de un polvo amargo
y el tiempo no sabiendo contar las horas
los meses o los años
se fue aburriendo en el zócalo azul
de la fría sala
muriendo de pena
a la llegada de la noche.
Una voz oscura reina
con el poder de la obsesión
más pura
en la soledad hermética
de las cosas.
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