Llego levantándome
copa de coñac garganta y fuego
recojo el vidrio
la botella se vierte
viuda de césar de juan de mí
sigue desaguando por afluentes
canales o bocanas
el rito
la búsqueda que hace trizas
al hombre solitario
guiado por licores
la alquimia del hueso
el curso de las letras
el grosor de las masas
el volumen de la literatura
donde sangran los nudillos
las yemas de los dedos
el vuelo de las aves
las aves mismas
pájaros de azucarado canto
que hacen gemir la fría llave
girando en su vitalina cerradura
misterios ocultos en el hermético pestillo
en el vientre céntimo en el nido oculto.
Toda la poesía la hizo una mujer
subida a una piedra
un día que creyó, sin duda,
estar seriamente descontenta.
4 comentarios:
Otro poemón, Tomás. Mi silencio de respeto es lo más adecuado. Está plagado de aciertos, y el del final...
Un saludo.
Gracias por tu silencio de respeto, Victor. Gracias por tu comentario.
Un saludo.
Creo que está suficientemente contenta. Es poesía pura y dura, sí dura. A mí me gusta y mucho.
Más besos.
Yo lo estaría, sin duda.
Besos, Isolda.
Publicar un comentario