En las cabinas
telefónicas
hay misteriosas
inscripciones dibujadas con lápiz de
labios.
Son las últimas palabras
de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian
allí para morir.
-Pere Gimferrer-
En las tiendas de mi barrio se esconden
mujeres asustadas.
Con un temblor triste
huyen de maridos celosos y violentos.
Compran leche, lejía, escobas,
pan y algunas libros
que luego leen a escondidas
aprendiendo a huir, a soñar que sueñan,
a no cejar en los intentos,
y por fin,
aprendiendo a volar, escapan
dejando un rastro de amores amargos,
superada por fin la baba del miedo.
Subiendo por centros gravitatorios
en islas remotas se refugian,
crean grupos fuertemente armados,
conociéndose o tocándose,
amando la huella virgen,
el punto cero de su carne.
En las calles de mi barrio
ya no quedan cabinas telefónicas
pero sí un eco de mujeres
llamándose en la noche.
6 comentarios:
Buen poema, lleno de fuerza, humanísimo. Felicidades!
Un placer pasear por estas letras!
Saludos de agua desde mi playa...
Gracias Antonio por tu comentario y tu felicitación. Es un placer para mí compartir contigo.
Un saludo.
Bienvenida-o a los "Folios Grapados". Que tengas suerte en su recorrido. Un saludo.
Hermoso poema.
Necesitamos ecos.
Te dejo este conmovedor artículo:
Malala para siempre
http://opinion.informador.com.mx/Columnas/author/rosamontero/
Necesitamos ecos. Miradas. Ya sé que hay mujeres puteadas en todas partes y por todas las culturas. La de mi poema es una mujer occidental y urbanita.
Gracias por dejarme ese enlace con los artículos de Rosa Montero.
Teniendo en cuenta que no coincido en muchas de las posiciones socialdemócratas de Rosa Montero, es bueno su artículo. Claro que no podía ser malo usando tan buen material. En este caso a Malala. Debo decir que no me disgusta ese artículo, pero repito que a la hora de escribir sobre o contra los talibanes uno lo tiene fácil. Son unos cafres del siglo VII.
Besos.
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