la chaira recorre los filos de la carne
magulla y gorgorea
hacia la oreja enfila la aguda punta
a escasos centímetros
quiebra
brevemente merodea
luego acaba hiriendo
donde la sangre brota con un gemido
de peces que se ahogan
de aspas y hélices fraguándose
en un murmullo de abanicos
proveniente de esa zona de la garganta
hecha cuna un instante
hecha cueva de oscuros y silenciosos pasillos
habitáculo donde mora el vital veneno.
Y muere misteriosamente.
Acaba en ese instante de bramantes
que exigieron el oscuro filo
para derramarse al vacío encerado
de un embadurnado hilo meciéndose
p
é
n
d
u
l
o
de anímicos cuajos:
todas las maderas sangran
como una garganta sin voz.
2 comentarios:
Creo que tengo por ahí una chaira de mi abuelo segoviano. Como madera, valdrá mi propia garganta, hace tiempo que ya no reconoce su voz.
Abrazos, navideños o no
Hay chairas como lenguas que afilan las palabras y hay palabras afiladas que necesitan un diccionario de árboles y una masa arbórea de selvas locas en el talado corazón.
Pero estoy casi seguro que tu voz aún tiene en la garganta ese verde de sabia que alimenta al joven árbol que llevas dentro.
Abrazos navideños o contra la navidad, pero abrazos siempre, Amando.
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