Pobre ciudad interminable
repleta de enseres,
de aglomerados cuerpos,
de atropelladas puertas.
Pobre ciudad desolada,
apenas te nombro te derramas
sobre jardines negros
y torres sordas. La fiel penumbra.
Se mete por todas partes
un olor a carne
y carta muerta,
papel y ropa,
traje abandonado.
Pobre ciudad desierta,
cuando la boca me sabe a arena
tu nombre resbala de mis labios
como una pesada baba
de apócrifos misterios.
Ahora que la tarde deviene en noche
la brisa y yo suspiramos felices.
Qué triste se puso la puerta vieja
viendo pasar a mujeres y hombres
hechos y circunstancias,
al tiempo,
a la muerte.
Ciudad, ahora que la tarde deviene en noche
me refugiaré en ti para huir de la felicidad.
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