Como tu ropa quitándose
el cuerpo que soporta
descansando de tu carne
sobre sillas o camas o sofás,
también la ciudad
al despojarse de ti
reúne millones de alcobas,
dónde a solas comprendes
que hay otras ropas
iguales a las tuyas
deslizándose en silencio
hasta armarios oscuros;
que hay otro cuerpos iguales
a tu silencio
huyendo hasta perchas
de abrazos inhumanos.
A solas no eres otra.
A solas permaneces.
Y hay un rito en los grifos
que gotean en la noche
tu desnudo primigenio.
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