I
La babosa que
anduvo desnuda y lenta,
arrastrándose
toda la noche,
dejó reliquias de
semen por la alcoba,
un collar de
estrellas en tu piel,
un periplo de
natas y rescoldos
de éxodo y
saliva.
Su baba lubricó
nuestro amor lo suficiente
y amarnos nos fue
fácil.
Quédate a mi lado
pídeme que no me
vaya.
Te quise como se
quiere
cuando se quiere
siempre.
Un perdón inútil
y un tú lo sabes
no me abandones,
ayúdame en los
trámites.
Y un hasta luego
repíteme aquel
beso
que quiso ser
solemne.
La baba se secó y
ya me has olvidado.
La babosa jamás
ha vuelto.
II
Fue mucho después
de haber amado a la babosa
cuando ella se
dio cuenta de que nunca podría recuperar
el sentido blando
y lechoso del esperma,
su pegajosa
temperatura;
el rastro de baba
que dejó el gasterópodo en sus labios
la encadenó a la
miga blanca humedecida en leche
y en su memoria
no hubo sitio para amantes
aunque fuesen
hombres con pene de lombriz.
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