Toco tu frente. Pienso.
Toco tu pelo. Un instante.
Todo cuanto toco lo deseo tocar.
Toco tus labios. Hablo,
digo cosas que hasta a mí me sorprenden,
digo incluso que te amo.
Digo norte y busco el sur nublado
de tus muslos,
y de nuevo toco tus labios.
Y pienso. Y me sonrojo.
Toco tu espalda
y añado palabras al haz de leña
al que llamo poema.
Toco la planta de tus pies
y corro sobre la nieve
que fue dejando como un rastro
mi carne encendida.
Toco dilema y te beso
y cierro los ojos y no hay nadie.
Estoy solo y me doy por apagado,
sobre las cenizas hay una huella.
Todo lo que fui, ahora lo soy.
Hay un sordo y un ciego,
uno sobre el monte que corona mi vida,
el otro al borde de un camino
que nunca quise tomar.
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