El precio que pagaste por defender tu vida
la luz de los ciegos el tacto sordo de los amputados
y tú con un pie cojo sobre los alféizares que rodean
con su agua de baba el mundo.
El precio que pagaste por defender los besos
el secreto de las cosas ocultas
el precio que se paga en esta vida de lámparas apagadas
y orquídeas encendidas siempre lo ajusta la muerte.
Miro los alardes las torres los suburbios
y con un pan en cada oreja me arrastro
por los parques oscuros de los barrios tristes.
El único poeta con vocación de locura
que tenían en aquella ciudad apareció
colgado de una viga, víctima de ese azul infinito
que todo poeta pretérito persigue.
Las geografías exactas de una piedra cualquiera
siempre arrastran la sombra de cuando fueron viento.
Pon viento sobre el nombre de las cosas que quieres
pespuntes sobre jirones de esta ropa abandonada
y vísteme de fuego ahora que la calle está fría
y soy único: pelete boquerón de un mar que agoniza.
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