de Foz
o las bicicletas de aquel carnaval,
las palmeras del sur,
las golondrinas blancas del norte.
Espero,
la espera tranquila
las horas blandas
el pasar de las vidas
y los gorriones rojos
desaparecidos en batallas de amor.
Las mañanas de julio
aquel café de atribulados
toldos
la lectura frente a un libro
y la mano feliz
que sujetó los vientos de levante
callejeando entre patios
tu sombra y tú.
No olvides nunca tu nombre
y deja que los árboles te reconozcan.
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