Mi padre en un día de paseo y bicicleta, día de grillos y mayo, dispuesto a demostrarme una vez más que yo tenía que aprender muchas cosas de la vida, me urge ante la extensa pradera: "Anda demuéstrame lo que sabes". Y ante los negros insectos y su canto de élitros, margaritas, amapolas y vuelo de palomas torcaces, guardé un largo silencio. Silencio que más tarde sería la base esencial para poder escribir poemas. Gracias padre por tus perentorias y exigentes palabras para que yo fuera un hombre solo ante el paisaje primavera y dulce de la vida.
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