Su cuerpo era delgado y lleno de lunares
lo recuerdo
su nombre lo he olvidado.
Sus besos y caricias
eran un patio perfumado de geranios.
Durante millones de años sobre su piel
trazaron caminos
manadas de tigres pumas y panteras.
Si me dejó ser feliz con ella
fue porque un día
cerrado y oscuro
de cálida lluvia torrencial
disfrazado de leopardo
clavé mis dientes en su cuello
y ella con un profundo rugido
dejó un zarpazo de extensas cicatrices
a lo largo de mis rosadas nalgas.
Después de aquello
los felinos se postran ante mí
y ninguna mujer me desea.
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