SEAMOS sinceros, cuando hago el amor contigo no es contigo con quien hago el amor, sino conmigo, con todos los deseos ocultos de mi cuerpo, con todos los malos ratos que porto, con todo lo poco que fui amado. Y ahora cuando amo contigo no es a ti ni a nadie, sino a mí a quien amo, a mi carne a mi placer a mi anhelo, mis ilusiones, mis alegrías. No es a ti a quien amo, sino a mí y todo ese recuerdo terrible en el pasado cuando no podía amar, a pesar de mi locura de amor, o esa enamorada esperándome todos los días, todas las horas. Así que ahora, ahora que puedo por fin satisfacer lo que entonces no fue posible, ahora que el tiempo se para por los siglos de los siglos, ahora ya no tengo la necesidad de la gratitud, y locamente ingrato y desagradecido me disuelvo en mi cuerpo, y no soy nada y lo soy todo y sumo a mi favor horas y minutos, meses y años para siempre amándome joven y eterno. Siempre que hago el amor contigo es a mí a quien amo y a nadie más.
Y miré tierras más cálidas donde dejar el cuerpo, dejarme, salirme a por aguas, nadar sin miedo, a volar, un viento para volar, para ser abatido por un rifle de paciente mira. Abatido, como siempre, de amor. De un amor muerto que fue matándome.
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