Pues a mi cuerpo le enseñaron a enemistarse con mi cuerpo, a exiliarse
en mi cuerpo.
Una ciega invasión me fue arrojando de mi cuerpo y tuve que esconderme
en la Cantabria de mi cuerpo.
Con los años, los siglos, mi cuerpo comenzó a reconquistar mi propio
cuerpo.
Tenazmente, los brazos, el cansancio, el pecho, vientre, muslos.
Mas resistía el bárbaro en mi sexo.
El silencio tronó cuando obtuve la llave.
-Descartes mentía. 1970-74-
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