Dijeron en la noche menudencias de patio,
se oyeron clamores y ayes en la distancia que separa
los sueños de la sangre,
y los cuerpos se ajustaron a la esclava escarpia,
junto al viejo muro azul y gris, casi demolido.
Deshumanizadas gargantas sepias y negras gritaron
palabras obscuras que decían:
que nadie sepa el secreto que encierra
el misterioso enclave,
el trazo que desgarra el orbe,
que nadie sepa el oculto número
de la violácea herida que supura palabras blancas,
culebras y semillas,
placebos y estramoniun.
Al hacerse el silencio se escucharon de nuevo
menudencias de patio,
vecinos reían asomados a balcones y ventanas
y era muy tarde en las pisadas del inútil transeúnte.
Cielo de invierno,
en la noche los corazones laten
como un borrón blanco en el barro.
Aun hoy, hay un eco lóbrego
tras los visillos grises.
Se comenta que nadie puso interés
en ser cierto.
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