Empiezo a asumir tu pérdida
como un asunto de poca importancia.
Como algo natural que sucede por encima
de todas las cosas culinarias, rutinarias.
Creo que te fuiste como un agua dulce
que va mezclándose lentamente con agua de mar.
Lo contemplo todo como un temblor perfecto,
mientras se disuelve la tarde en mi mirada
y el amanecer en tus ojos.
Mientras pasa la vida con un murmullo de pisadas
sobre los humildes guijarros de la vida y de la noche,
y ambos nos pertenecemos,
precisos como un reloj de arena,
solos como el sol. Como un amén.
Como esas rutas invisibles
trazadas en los cielos por las aves.
2 comentarios:
Qué bello Tomás. Tan irremediable...
Con besos.
A través del poema, de que lo irremediable tenga sentido.
Gracias, poeta.
Besos, Soco.
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