La ciudad de arena es como ese cuento de Borges llamado "El libro de arena". Cuando la ciudad de arena se abre encuentras páginas escritas que ya nunca más volverán a ser leídas, una vez cierres esas páginas. La numeración de ellas desaparece. La página nunca existió. La verdad que leíste duró ese tiempo que tú precisaste para entender la verdad. La ciudad de arena se desmorona. Se escribe por una parte a la vez que se borra por la otra. Se abre la ciudad y depende por dónde la abras. Y de quién la abra.
Distintos “elementos” sociales han abierto la ciudad por dónde les cupo el orden imprevisto de unas páginas: las de su vida. Su vida improvisada y llena de borrones. Devenían de una sociedad a la que decían pertenecer y a la vez combatir. Hombres conscientes, según ellos, escribieron páginas que formaron un libro. Escribieron calles que formaron una ciudad. A la vez habladora y a la vez muda. Parlanchina y callada. Las ciudades dormidas para hombres cansados. Ciudades dormitorios como ésta, desde la que escribo, desde hace 40 años. Comer y dormir. Follar poco y mal. Paradójicamente nunca hubo ocio. Su negación sí: nego-cio.
El trato con “técnicos” de la materia, a lo largo de mi trabajo (arquitectos), leáse técnicos razonables, y razonables por cultos, me hablaron siempre de lo insostenible que son este tipo de ciudades. Se las mire por dónde se las mire. Nunca se planificó la ciudad. El desorden natural de la arena se imponía. La ciudad era un campo de refugiados para los que venían del campo. Paradoja. Premonición de un arado que jamás abandonaron: sobre el asfalto seguirían escribiendo páginas de arena. Ironía.
La ciudad es un monstruo caro, inservible, irracional. Y desde luego no es un lugar para el intercambio. Para lo lúdico. Para la polis. La ciudad se hizo hacia arriba, no hacia los lados, el campo estaba vacío, pero inventamos la especulación, la tinta indeleble con la que empezamos a escribir una ciudad. Levantamos altos edificios, tapamos el horizonte. Expulsamos las afueras. Nos quedamos dentro, cerramos el libro con llave (aquellos libros tan hermosos con cerraduras, que semejantes a diarios, tan sólo podías leer tú) y quedamos prisioneros en un libro que se iba escribiendo rápidamente, respondiendo a una demanda de seres expulsados de las afueras.
Pero la ciudad de arena también suena a Jazz . A esa improvisación de lengüetas de metal. A esa dulzura de glicinias y pérgolas encendidas. En la ciudad se improvisa todo, se inventa una pieza de jazz y los amantes lloran. El jazz a veces tiene melodía, la ciudad caos. Hay un dolor azul en cada desnudo, cuando el anochecer atempera la sangre de los cuerpos solos y agotados. El jazz también encierra ese caos: los sentimientos enloquecen. Salta por los aires el jazz y la ciudad de arena muestra algo de nobleza. Un poema late. En la noche de arena hombres y mujeres mueren de amor y se lamen tras el sabor de una miel, de un olor perdido en la memoria ancestral.
El ocio, lo lúdico. Lo lúdico de aquellos que nos fuimos reuniendo en torno a experiencias, a las necesidades del alma abandonada en páramos, (esos a los que cantara, Don León Felipe), también a las necesidades del sustento, sí, pero de la cultura sobre todo, del arte de las sombras bajo los cerezos, aquellas conversaciones. Aquellas opiniones bajo el árbol de las frutas eran similares al lugar bajo el que se refugiaban las palabras. Hace de eso un millón de años. Dos. Aquel lugar era el libro de arena escribiéndose. Este lugar de hoy es su lugar. Hasta aquí llegó. Y aquí cada uno de nosotros, hoy, abre el libro por páginas escritas que duran un instante, después todo serán historias que jamás podrán leerse.
Miro mi nombre escrito en pintadas que nunca realicé. Leo cuentos que aprendí de mi madre, de su mirada y de su risa. La ciudad de arena sonríe. "Ni el libro ni la arena tienen principio ni fin", escribió Borges.
2 comentarios:
Dentro de La ciudad de arena caben ciudades, depende de la mirada. La tuya- tu mirada- bien podría formar parte de "Las ciudades invisibles".
Me gusta el texto.
Un beso, poeta
Conocí "Las ciudades invisibles" gracias a ti. Gracias por "incluir" mi texto entre las distintas ciudades de ese mágico libro de Italo Calvino.
Un beso, Shandy.
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