Y tú, tú tráeme un caballo sirio
cuando vayas al mundo a pedir explicaciones
de tu abundante errar,
de tu náufrago interior sin barcos ni remos
por desiertos, praderas o mares muertos;
tú tráeme un caballo sin bridas
de tus continuos viajes
alrededor del mundo o de tu piel,
deja que yo le ponga bridas al trote
y aprenda a llevar bajo mis muslos
un caballo salvaje con ojos de arroyo claro,
deja que él y yo sepamos más de ti,
que tu cabellera sea la crin que ahora sostengo
entre mis dedos, vacíos de ti,
y que palpan, en un relincho,
el aire, como una queja.
2 comentarios:
La sensualidad de la poesia...
Aplausos!
Gracias por tu comentario y los aplausos, Idgy.
Los caballos sirios son muy sensuales, sí.
Un saludo.
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