y uno sigue en pie, aquí
cual triste muñeco de trapo
parado ante la vida como un quieto,
considerando, digo, que hay un hilo
blanco de araña negra
que me sostiene en un dulce balanceo
de piernas y boca hambrienta,
considerando poco a poco,
a la lentitud de la pábila vela,
que nada y todo brilla
en la abundancia del defecto;
tal vez un instante antes de apargarse
el mundo
tal vez hagamos un esfuerzo
para que el poema nos siga dando hambre.
Hombres. Ellas.
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