Cae agua,
una lluvia dormida arrastrada
por las alas desplegadas del viento,
cae un aldabón pesado de agua
sobre las grises piedras
y la llave rompe la dorada cerradura
y el manantial es fuente.
En el desierto de dunas arqueadas
cae la tarde como un velo
sobre una paloma muerta.
He leído las cuentas cosidas de todas
las semillas que cruzaron desde el norte
las montañas,
blancas como un recuerdo,
he leído el movimiento de tus labios,
su murmullo de pájaros.
Desnudándote en la tranquilidad del oasis,
tras el matorral de encendidos espinos,
sabes que en lo diáfano tú eres el secreto
y vas depositando tus vestidos
junto a un cálido deseo de libertad.
Y yo seguiré viviendo en un patio antiguo
habitado de viejas flores muertas,
junto a un mar de porcelanas rotas,
junto a noches de luna llena
que limpiaran las sombras,
la calamidad inútil de los rostros.
Ahora que todo parece alimentarse de agua
y miedo.
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