Cámara de Humos, está en mis manos. Huele a libro, a tinta, a papel; es cálido. Sabe a poemas escritos con pasión durante dos años. Gracias a Karima Editora por su buen trabajo y su dedicación, y a Ricardo Ranz por la magnífica ilustración de portada. Gracias también a los amigos que confiaron en estos poemas. Y a Pepa, mi compañera, que me tiró de las orejas y me dio ánimos para sacar adelante "Cámara de humos". Creo que el libro es una joya de tacto agradable para llevar entre los dedos de pensar y las manos de pasar páginas. Un pájaro encendido que empieza a volar a partir de hoy. Gracias a los que me leéis habitualmente en este blog, también formáis parte de este libro.
Tal vez no acabe nunca de hacer este poema. -J.M. Caballero Bonald-
domingo, 30 de octubre de 2016
Funeral para un muerto que siempre quiso esparcir sus cenizas
Mira, coge una dalia,
varios fragmentos
de una noche inolvidavle,
ya sé que la uve te distrae
como la punta de una flecha
clavada en el aire.
Atiza el fuego,
cualquier fuego,
aprende a quemarte
y mezcla todo
en aquel almirez
de amarillos cobres
que te dejó la abuela.
Añade una cascara de hormigón
sacado
de las espaldas de una ciudad
en ruinas.
Bebe el brevaje,
-aquí olvídate de la flecha
que te llevó por la vida-
y súmate a los que buscan
una muerte
sin los alardes de una funeraria.
Y entiérrate al norte de los candelabros
que lucían apagados
fuera del contrato que firmaste
para una muerte
que buscaba la libertad
más allá de la oscuridad
que te ofrecen los predicadores
de una luz amenazadora.
martes, 25 de octubre de 2016
Noche
Ya se ha hecho de noche
una vez más
en el agónico día del hombre.
El acero llueve sobre la ciudad.
Desde un cielo que todo lo consuela con miradas oscuras
resbala por las fachadas de cristal una antigua lágrima
que deja en el vidrio de humo una huella sucia y opaca
otoñada de tiempo.
Su pasado mineral alivia a proscritos individuos
que desde sus corazones solitarios duermen
el merecido descanso de excelsos dioses
día a día derrotados por la soberbia
y el amargor de lilas amarillas.
Hay un hombre malva en todas las esquinas
con un candil de oro encendido
en cada mano.
una vez más
en el agónico día del hombre.
El acero llueve sobre la ciudad.
Desde un cielo que todo lo consuela con miradas oscuras
resbala por las fachadas de cristal una antigua lágrima
que deja en el vidrio de humo una huella sucia y opaca
otoñada de tiempo.
Su pasado mineral alivia a proscritos individuos
que desde sus corazones solitarios duermen
el merecido descanso de excelsos dioses
día a día derrotados por la soberbia
y el amargor de lilas amarillas.
Hay un hombre malva en todas las esquinas
con un candil de oro encendido
en cada mano.
Miedo
Una huella en el vidrio
o un figura en la niebla.
A veces los cuerpos se tocan
con un miedo excesivo
a la oscuridad.
Hombre mío
…………………………………
hombre mío en rechazo y observación, vecino
en cuyo cuello enorme sube y baja,
al natural, sin hilo, mi esperanza…
-César Vallejo-
Que estrecho soy de aquí ahora que me agacho
que corto soy de allá ahora que me estiro
pero cuanto amo al hombre ahora que lo pienso
aún a pesar de la distancia
que me produce su ausencia
se dijo el predicador del desierto
mientras daba de comer a los tigres.
Se ha vuelto anémico el semen fértil
forzado a modelar una forma
un perfil
entre los espinos grises
y triste el grito que en el páramo clama
un soberbio ejemplar pletórico
de ácida eyaculación profusa
que arrastrándose hasta la fosa
ansia preñar a la receptiva fiera
postrada y sometida
cautivada por el pecho brillante
de cobre virgen sudando aceros
e inclinada y dócil ante la fálica roca.
Hombre mío
que tiemblas ante el grito de tu nombre
sonando en el eco de mis manos afónicas.
Cuando te llamo icono
tan sólo voceo tu pérdida.
Desde ese día el hombre se pregunta
para no encontrar respuestas.
Una pieza de jazz
Tras la rutina diaria
agotado tu tiempo
el fin de aquello que persigues
sólo es un breve ademán
como correr una cortina
o colgar en la percha el gabán
y dejar sobre la silla los papeles
que fuiste interpretando
con moderada emoción de perdedor.
Todas las huellas que fuiste dejando
denotan la presencia
de un ser mágico
falso y verdadero
que procura hacerse con las riendas
realizando incursiones
en las filas enemigas
en las fiestas de amigos
o en las faldas olvidadas
de aquellas mujeres que un día
también huyeron de ti.
Al atardecer bajo nogales en flor
que no pintó Magritte
se quiebran los espejos
y el cielo se cubre de esa rutina incierta
que deja tras el azogue
un rastro de poetas muertos.
Así que consecuente con tu flacidez
poética
hoy no piensas escribir más versos
que al cabo vengan a turbarte.
El cielo se ha cubierto de barcos piratas
y desde el callejón húmedo del asco
un saxo interpreta una pieza de jazz.
agotado tu tiempo
el fin de aquello que persigues
sólo es un breve ademán
como correr una cortina
o colgar en la percha el gabán
y dejar sobre la silla los papeles
que fuiste interpretando
con moderada emoción de perdedor.
Todas las huellas que fuiste dejando
denotan la presencia
de un ser mágico
falso y verdadero
que procura hacerse con las riendas
realizando incursiones
en las filas enemigas
en las fiestas de amigos
o en las faldas olvidadas
de aquellas mujeres que un día
también huyeron de ti.
Al atardecer bajo nogales en flor
que no pintó Magritte
se quiebran los espejos
y el cielo se cubre de esa rutina incierta
que deja tras el azogue
un rastro de poetas muertos.
Así que consecuente con tu flacidez
poética
hoy no piensas escribir más versos
que al cabo vengan a turbarte.
El cielo se ha cubierto de barcos piratas
y desde el callejón húmedo del asco
un saxo interpreta una pieza de jazz.
Uno
Uno anduvo de cabizbajo para convocar poemas
luego de rituales bajo noches brujas.
Uno de burgo a merindad
reciedumbre a cada tranco
levitó en vapores de humedades maniguas.
Acortó los pasos por toberas tránsitas
ceñido a los carpos que troquelaban a golpes
del dígito, los noctámbulos versos.
Y Uno seguía hipnotizado el curso de la poesía,
evocando que desde la soledad se construye
el textual páramo donde mora el sueño.
Y Uno se quedó ámbito y secuela
y nadie le avisó
de que manzanas y duraznos
se fueron imponiendo
a los frutos de su boca
y ya no recuerda el sabor de sus besos.
Y como si solo o Uno hubiera
él gira la cabeza por si le llamara
la voz que mejor le ignora.
jueves, 13 de octubre de 2016
Poema
..y porque los tres podemos dejar correctamente de
existir.
-Juan Larrea-
Poema es esto y
esto y eso y esto de aquí y lo de más allá.
Poema es la torre
del campanario y la psoriasis del poeta,
y el sacristán
negro que voltea las campanas
llamando al
editor que pregona sus versos
a 0´20 céntimos
el traje.
Porque poema es
esto y eso y lo otro y el can verde
que acontece en
cada mordedura del verso.
Y sépanlo, el
poema está como lelo a veces,
espera que te
espera,
porque no hay
vacuo poeta que le medre.
Así que en la
espera acalorada
y caliente del
verso,
poeta es esto y
eso y el otro y esto de aquí,
bulto amorfo que
en la sombra se mueve
cual mortal
sospecha.
Y también poeta
es, ese vate endeble y lacio
que nunca fue a
la fuente
a romper su
cántaro,
su barro y el
alma que la contiene.
Y de esta forma
si poema fuera lo que parece no ser,
no deje que un
leguleyo lo lea.
martes, 11 de octubre de 2016
Exigencia
Generalmente procuro que entre mi poesía y yo haya una pequeña línea que nos separe. Una fina línea que haga que esa brecha entre ella y yo no sea lo suficientemente grande, ni inconsecuente, como para mandar a tomar por culo la poesía o que yo termine con problemas graves de identidad. O con las piernas de sentir la tierra bajo mis pies, rotas por cuarenta partes. Así que hablo como el que caga versos, lo cual tan sólo me lleva a una simple e insana intención de poner a la poesía ante un problema de salud higiénica. El poeta no termina, no se acaba, no se agota al final de un verso o un poema. El poeta continúa siendo poesía cuando se cierran todos los libros del mundo. El resto es un problema de los salones de té y las barras de bar a las que, por exigencias del guion, se ve obligado a asistir. O lo que es lo mismo a vivir. En las barras de bar se apoya, en un intento de mejorar sus versos, pero también para sujetar su carne y no caer bajo el peso de su permanente contradicción: no saber que el poeta no termina.
sábado, 8 de octubre de 2016
Cuchillo
Entro en un bar. Buenos días, qué le pongo. Póngame un cuchillo. ¿Cómo? Un cuchillo. Quiero comprobar el temple de su filo, su compromiso con el corte de la carne. Si cuando llega al hueso sabe responder a la dureza que sostiene la vida. Los cuchillos que tengo en casa ya los gasté en heridas que cicatrizaron sin esfuerzo, dejando dentro el pánico cotidiano de los días. Póngame un cuchillo antes de que amenace a la clientela con un suicidio triste. Este tiempo de cuchillos al costado y por la espalda cada vez está más falto de verdad al corazón. Quiero un cuchillo que supere las encuestas, y mate limpiamente la mentira.
Hoja suelta
Miraba todo aquello que estaba ante mí, pero no me habían educado para ver. Sentía, pero no podía ponerle palabras a mis emociones, no podía darle nombre a las cosas que pasaban ante mi ojos. Cine, pintura, literatura, música, eran cuatro elementos que formaban parte de la composición del aire que yo respiraba, estaban dentro de mí, pero yo era mudo ante la belleza. Ahora ya soy mayor y paseo por los bosques. Aún no elegí sitio para morir y cuando lo haga seré un ciego que aprendió a ver.
Arena
Una vez, y no dos, retocé con una virgen. Nada de lo que allí aconteció merece mérito o detalles que puedan despertar interés. Si lo comento aquí tal vez sea para no renunciar a la perdida de una juventud que quisiera contener en las manos, un puñado de agua fresca para la piel más íntima. Recuperar la frescura de las ingles encendidas y el sueño de cabalgar sobre una yegua egipcia robada a un faraón. Siempre al final del deseo hay un desierto blanco como de sábanas inmaculadas. Tal vez sufro de una pérdida, y por eso aquel día regresa como una extraña quimera o como se rememora un sueño, donde el sudor y la sangre y las lágrimas dignifican la vida de los que nunca queremos dejar de vivir. Aún no deja de caer por entre mis dedos, como de un reloj, el tiempo y la arena de aquel beso.
lunes, 3 de octubre de 2016
Octubre
Abro el grifo y escupo en el agua,
al día de hoy le llaman tres de octubre,
los erizos del castaño ruedan sobre el asfalto,
la luz del otoño alarga las sombras,
y lo infinitesimal hace infinito el beso de los enamorados,
el agua no moja tu saliva escupida en el río,
bajo las faldas hay siempre un jardín de rosas,
llega el viento y pasa sobre mi casa el silencio,
bajo las camisas a veces hay un roble seco
con un hombre dentro,
pongo dos gotas de agua sobre mis párpados,
y ya ciego, miro el fondo del mar,
hoy la niebla le habló de brumas a tus cabellos.
Cae ahora el agua sobre tu sexo
y la saliva y el roble y el tres de octubre.
Yo te amo. Hoy también te amo.
al día de hoy le llaman tres de octubre,
los erizos del castaño ruedan sobre el asfalto,
la luz del otoño alarga las sombras,
y lo infinitesimal hace infinito el beso de los enamorados,
el agua no moja tu saliva escupida en el río,
bajo las faldas hay siempre un jardín de rosas,
llega el viento y pasa sobre mi casa el silencio,
bajo las camisas a veces hay un roble seco
con un hombre dentro,
pongo dos gotas de agua sobre mis párpados,
y ya ciego, miro el fondo del mar,
hoy la niebla le habló de brumas a tus cabellos.
Cae ahora el agua sobre tu sexo
y la saliva y el roble y el tres de octubre.
Yo te amo. Hoy también te amo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)