el pudor frío de los altares
la caída mortal de hojas inocentes
que amaron al árbol
los caballos heridos por la niebla
las calles repletas de suspiros
que no exhala nadie
y tus ojos de amante ciega
con los que miras
las manos que no tienes
que me diste
con la generosidad de los ahogados
de los desnudos felices
que jamás se taparon.
Su carne expuesta a la caricia
o al maltrato humano de los roces.
¿Cómo ha de quererte la noche
ahora que nunca anochece?
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