Escribo aprovechando
la oscuridad de la noche
para que nadie oiga el ruido lastimero
épico o frugal de mis poemas.
Cuando entra la luz por la ventana
desde la niebla de los versos
se derrama una voz desconocida
que pronuncia mi nombre.
Para defenderme de su eco
reclamando mi identidad
cubro mis palabras con una seda negra.
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