No hay nada preconcebido en mí
me levanto con la mano en los testículos
y organizo el día como me sale de los cojones
ando y subo bajo y cojeo
de un pie diario y noctambulo
y así mido mis pasos y mis deseos
ajustando mi versátil devenir de escéptico
a la gramática de unas bisagras óxidas
que cada día abren una ventana
de pesadas hojas negras claveteadas en bronce
por la que amargamente vomito versos insanos
flores verdes amalgamadas con la feroz testosterona
de lo que queda de un hombre
que antes fue campana en los áticos
pedestales y almenas de la historia
en esta entramada patraña
más o menos trágica de un poeta recostado
al puto alba de los desprestigios.
La libertad tiene un precio.
Comienza otro día.
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