Poeta u hombre
o persona que tropieza,
vete haciendo una idea de cómo
será tu muerte,
tendrás un temblor en el parpado,
una levedad de nácar frío
bajo la flacidez de tu labio inferior,
sentirás un camino de piedras
en el estomago
y una fiebre de evidencias en las sienes,
y en los brazos el calor abandonado
de un miedo extraño.
Y ella o él tan sólo será un recuerdo
no más largo que aquel beso,
junto al cesto de cerezas.
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