Tú que eres como una casa pequeña
donde no cabe un dedal,
ni un hilo ni una aguja,
pero coses letras en silencio
y en paciente soledad.
Tú que eres como un ojal que busca
el botón descosido de una página,
ahora que la luz entra por la ventana
e ilumina tus manos.
Y si acaso los textos no llegaran,
con su mezcla de paja y de papel
y una tinta de cloro estremecido,
a nombrar las veces que te amé
en una lengua enamorada y extraña,
cose también mi boca para siempre.
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