jueves, 17 de septiembre de 2020

Catedral

Amada, cada vez que subo por tu cuerpo,
entre los tejidos puros de tu alma
encuentro siempre un hilo blanco
del que tiro lentamente para tener
entre mis brazos tu cuerpo dolorido
tenso y triste, y con el que atas al mío
esta absurda ceremonia que ante ti represento
de hombre desatado, descosido o roto
contemplando tu cuerpo,
como una majestuosa catedral contempla
desde el silencio, el miedo a ser abandonada.

2 comentarios:

labuide dijo...

El hilo blanco del que tirar dice tantas cosas de la vida! Precioso, dulce y abrazador poema.

Tomás Rivero dijo...

Así es, Lourdes. El hilo blanco es la vida, y si tiras de él se te vienen encima los misterios. Algunos secretos. Y también los porqués.