Yo entrego mi cuerpo a cualquiera.
No cualquiera desea un cuerpo como el mío.
No cualquiera desea un cuerpo. Cualquier cuerpo.
Yo siempre amé a cualquiera.
Una cual que quería a su pesar tener un alma
para asaltarla. Como el que asalta un tren.
Aquellas estaciones parándose
a lo largo de una niebla gris, de un humo negro.
Aquel trayecto de habitaciones oscuras,
de túneles fálicos penetrando en la médula.
Suerte que nunca tuve alma.
Nada que entregar, sino un hueso y una mejilla húmeda.
4 comentarios:
No quisiera descubrirte, pero tienes un alma gigante y tremendamente hermosa...
No, Lai. No me descubras. Uso caminos con bastantes recovecos. Cada recoveco una trampa. Todo para demostrar una y otra vez que nunca tuve alma.
Pero, ¿y si fuera falso y sí la tuviera y fuera hermosa? Igualmente horrible.
Un beso, Lai.
un hueso y una mejilla húmeda es suficiente para llevarme a la eternidad. Un gracias.
De nada, Marcela. Qué fácil satisfacer tus ansias de eternidad.
Besos.
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