Acaricié tu sexo. Lo hice desde una inocencia que presumía suavidad y mórbido deseo. Supuse que una leve y abultada hendidura, que se fue haciendo alargada y profunda, sería el camino que llevaría a mis dedos al abrigo hospitalario de tu alma. Tus ojos se aquietaron, y mis párpados cerrándose, apresaron tu mirada. Una vara de fuego comenzó a arder en mi espalda. Sé acallar tu necesidad. Ocupar tu vientre.
Toda concreción de la carne se anuda en mí. Todas las heridas para las reparaciones del alma se hallan en los pasos perdidos de tus muslos, entre ellos sé como invocarlos, como conjurarlos para que se aparten, para que dejen paso a esa agitación que necesito. Allí en un sólo punto, en un solo centro, el mundo se hace torpe, aprende, se enriquece, evoluciona. Allí viven, se reúnen, empiezan y terminan los caminos, todas las estrellas, los astros y planetas. Una galaxia cabe, nombra, acecha, gira y se expande entre reflejos de luces y sombras, se contrae y llora en tu túrgido y espumoso musgo, inocente a todas mis estrategias de seducción. Sedúceme alegre, a pesar de mis excesos, pese a mis recelos, hazme atractivo, señuelo, engáñame. He de ser grande allí donde otros se empequeñecen. Quiero que seas un ser menudo, inventado por este hondo sentimiento de silenciarte. Y que me hagas mudo.
Toda concreción de la carne se anuda en mí. Todas las heridas para las reparaciones del alma se hallan en los pasos perdidos de tus muslos, entre ellos sé como invocarlos, como conjurarlos para que se aparten, para que dejen paso a esa agitación que necesito. Allí en un sólo punto, en un solo centro, el mundo se hace torpe, aprende, se enriquece, evoluciona. Allí viven, se reúnen, empiezan y terminan los caminos, todas las estrellas, los astros y planetas. Una galaxia cabe, nombra, acecha, gira y se expande entre reflejos de luces y sombras, se contrae y llora en tu túrgido y espumoso musgo, inocente a todas mis estrategias de seducción. Sedúceme alegre, a pesar de mis excesos, pese a mis recelos, hazme atractivo, señuelo, engáñame. He de ser grande allí donde otros se empequeñecen. Quiero que seas un ser menudo, inventado por este hondo sentimiento de silenciarte. Y que me hagas mudo.
10 comentarios:
Después de esto caigo rendida a tus pies. Inigualable. Besos.
Delicioso. Un beso, Tomás.
¿Es una bromelia?
La tensión, el tono, los matices: sugerencia. Sí señor.
Buenos días, Don Tomás. Un beso.
Hola Tomás, acabo de enviarte un correo a tu antiguo mail y me lo ha devuelto. Te enviaba una flor violeta y una pregunta...pero no ha podido ser.
Un beso (ya sabes quien soy)
Loli, no caigas rendida. Vencida, tal vez. Mas no cejes. No te rindas.
Besos.
Isolda, es una bromelia, cultiva por mí. La uso para envenenarme.
Besos.
Buenos días, Paloma.
Un beso, poeta.
Anónimo, que sé quien eres(¿?) Tuve y tengo este correo, el que aparece en el perfil de este blog, y funciona.
Inténtalo de nuevo.
Besos anónimos.
Tomás, me agrada tu texto, sólo eso, se lee bien, parece ser que transmite buen ánimo. Me alegro. Pero en lo que me toca (es una forma de decir), mejor, en lo que me atañe, me muestro como orgásmica lectora cuando dices:
Una galaxia cabe, nombra, acecha,... Acecha, lo que dá de sí el acecho, Tomás, que te lo digo yo, que vivo en pleno acecho.
Y lo que digo: lo que da de sí una metedura de mano. Tanto o más que una metedura de pata.
Que sepas que el clítoris es el sexo en versión garbancito (pero no el del cuento).
Un bexo.
Alégrate de mi buen ánimo, aumentó bastante en los últimos días (el ánimo) Yo me alegro de tu orgásmica predisposición de lectora (es un decir).
El acecho siempre tiene un hilo conductor con el acechado. Tal vez parecido al cazador y su presa: ambos cohabitan, se dejan.
Y preferible siempre una metedura de mano, a una metedura de pata. Una metedura de pata siempre necesita una mano que venga a salvarte.
Me ha encantado tu bexo, más que nunca.
Un beso, garbancito entrañable.
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