Las campanas giran, el sol tiembla.
En la noche dulce, la luna quiere
que las sombras, tanto tiempo demoradas
no se detengan,
que las estrellas, como una zarza
de engarzados brillos, se enreden
en un hilo interminable de luz.
El día ha salido sin horario a ser otro
y es posible que nunca vuelva.
2 comentarios:
Precioso sin más, señor Rivero.
Pues muchas gracias, señor Muñoz.
Saludos.
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