Permanecen los garitos abiertos.
Alguna ventana con la luz encendida
de dormitorios que inducen al insomnio.
Los pájaros más oscuros de la noche
se aferran a las gárgolas más altas.
Y un silencio de hombres desanimados
resbala sobre los adoquines de la calle
hacia sumideros que siempre se tragan
los secretos.
Hay esperanzas de encontrarse
un día de estos
y tomar unas cervezas ligeras en alcohol
y mañana veremos
si aún la carne
guarda algún reflejo de esa luz a ratos compartida
sobre la mesa de la noche anterior
donde unos amigos pensaron de ti
que eras un errado.
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