miércoles, 20 de agosto de 2014

Alias

A lo largo de mi vida
fui firmando poemas con nombres falsos
y algunos conocieron a un "Tomás Rivero"
que a mí me era desconocido.
Mi nombre nunca apareció
en los papeles. Conseguí ser anónimo.
Un franco y sincero tirador de poemas al agua,
como hombre al mar, con viento en las solapas.

¿Qué pretendía?
Sinceramente: escurrir el bulto,
este bulto sospechoso que despierta el recelo
de lo que se ignora.
Pretendía dar la cara de otro.
Odio la gloria. La fama. Ser señalado:
"Ese es el poeta que no merece
ni su nombre de pila, y menos el de poeta".

Quería ser un desapercibido. No estar.
Ser un anónimo. Dos. Tres.
De eso se trataba.
De esta manera al morir yo
ellos quedarían aquí
puesto que yo siempre dudé de mi existencia.


4 comentarios:

Amando García Nuño dijo...

Es un logro, desde luego. Pero sería mejor si consiguiéramos que tampoco esos otros existieran. Ser, entonces definitiva y totalmente anónimos.
Abrazos, siempre

Tomás Rivero dijo...

ayer un amigo me decía: "Ojalá algún día todos seamos nosotros y nosotros seamos todos. Aunque he de reconocer que me halaga ese tono subrepticio de inclusión en un orden u orbe superior; pero me acuerdo de la frase de Borges: "Todos somos iguales en nuestras respectivas nadas."

Un abrazo de los siempre, Amando.

Shandy dijo...

Posiblemente tenemos miedo a ser "señalados" por no responder a lo que los demás esperan de nosotros o a no cumplir nuestras propias expectativas. Posiblemente nosotros mismos somos nuestros más terribles jueces. Posiblemente también somos todos esos "nombres falsos" y nuestro desconocido y nuestros anónimos. Somos todo eso y mucho más. Poliédricos , infinitamente ricos, contradictorios, bellos y oscuros... Somos esa intricada y compleja naturaleza a la que intentamos comprender e interpretar pero de la que siempre -afortunadamente- se nos escapa algo... Por eso seguimos haciendo poesía.

Gracias, Tomás Rivero, por ser ese conocido-desconocido, por todos esos anónmimos que conviven en ti..

Besos

Tomás Rivero dijo...

El día que se pongan de acuerdo todos ellos, juntándolos en uno solo, ¿seré infeliz? ¿Se necesita el espejo para buscar al otro que llevamos dentro, mirarle de frente y discutir con él sobre algunos asuntos pendientes que "otro", en nuestro nombre, no supo resolver? Se supone que aquel al que llamamos "YO" se arrastra o se esconde, o rumia un miedo que el otro, los otros anónimos, no tienen, se espera por su parte un poco de valor en lo poliédrico: una cara limpia que poder ofrecer al tortazo humano.

Tantos en uno me producen un vértigo muy peligroso. Que conste que yo intento numerarlos. El orden del alter ego o del anónimo, que marque rutas y vuelos claros y nunca difusos y enrevesados.

Y que conste que bastante de cierto hay en tus palabras. Mi voz interna se manifiesta libre, más allá del azogüe. En esas estamos, tropezando en verso para decir poemas derechos.
La voz interna algunas veces es insolente, se atreve y me lleva a su yo, y nunca concluye; uno deja de ser para volver -o poder- empezar.

Un beso, Shandy.