Cubrir aguas
blancas con sábanas negras,
lavar nieve con
piedra pómez
y evocar el
nombre del ataúd.
Con el reverso de
la mirada
grabar un breve
epitafio en el cerebro,
y ya que la
metáfora en estado natural
suele confundirse
con la mentira
en estado
artificial,
coligar el nivel
de esporas
con polen de
limones
sobre la negra
superficie de la lápida.
Sólo así los
perfumes
serán recuerdos
imborrables,
fábulas de
memorias inmortales.
Y si todo esto no
le vale,
para evitar
radiaciones,
dúchese con plomo
líquido.
Y en las tumbas
que no graben nombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario