Vago por la ciudad. Entre los labios
de buscar besos llevo un pitillo de niebla
con brújula de oro que enciende mi alma
echa de trojes desvanes y recuerdos amargos
y mis manzanas carnales cuelgan secas
de la noche personal que soporta mis pies
de caminante. Y subo para bajar miro para ver
voy sin rumbo fijo por calles violetas
llenas de rosales grasa y ropa tendida.
La vida también resbala en los adoquines
del hombre. Una puta en el portal
me advierte que estoy en zona hambrienta
sus pechos de hecatombe brillan desnudos
ofreciéndome pasar una noche de luz
si madrugo de sol entre sus muslos.
Arriba la catedral rebosa de pobres.
Con escudillas y gorras prolongan sus brazos
gimiendo por un puñado de monedas.
Pero nada como tus brazos rodeando mi nuca
recuerdo ahora mirando cómo los gatos
maúllan y se aman lentos entre cubos de basura.
En la tasca me ponen un vino tinto peleón
que deja raspaduras de llanto
en mi garganta y recito un poema para adentro
mientras afuera la ciudad se refugia en el hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario