NO ME DEJES AHORA
Seguir caminando sin volverse loco,
continuar recordando tu nombre
por las calles de Atenas Móstoles o Paris,
bajo la lluvia y los robles, entre los helechos
o la húmeda vegetación de una ciudad perdida.
Seguir aunque los hombres pierdan la piedra
que los orienta. Sólo en las esquinas
se citan las mujeres para dejarse acariciar
por manos y labios vertiginosos y puros.
En otoño, bajo las hojas muertas, aparecen en los parques
los cuerpos inertes y lánguidos de seres solitarios.
El poeta Eusebio Verón que jamás hizo público un verso,
fue encontrado muerto
una fría tarde de espesa niebla
bajo las ramas bajas de un boj.
En los bolsillos de sus ropas sólo se halló una llave,
en su mano izquierda un lápiz con la punta quebrada
y su mano derecha fuertemente apretaba una hoja de bloc.
Tuvieron que quebrar sus dedos
para poder leer entre las arrugas del papel
los siguientes versos:
“La palabra siempre es otra. Tú lo sabías,
mírame, ese era el misterio,
no me dejes ahora.”
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