Escucha muchacha
eso que notas en la piel no es un trastorno pasajero,
no es frío que puedas cubrir con ropas abrigadas,
son las aguas de un río que arrastra hojas muertas,
peces brillantes y escurridizos, limos, y la mirada
de unos ojos que contemplaron su corriente aguas arriba.
No temas, el calor en los labios o el latido en las sienes
son emociones y ruidos semejantes
a el murmullo del agua que busca el mar
lamiendo día tras día tu cuerpo, haciendo cauce en ti.
Te lo dice un buceador de la vida
que supo que la piel, como las redes de los pescadores,
hay que repararla después de cada jornada
una vez recogidos los peces que van alimentar tu vida.
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