vio que sus ojos estaban apagados.
La tristeza del equino le llenó de incertidumbre
y dejó que galopará a su antojo.
Ninguno de los dos tenía a donde ir.
Caballo y jinete llevaban en su interior
una niebla profunda
y abrazados al espeso trazado del paisaje
buscaron el rumbo de los solos.
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