Nuestra casa olía a orégano, cera derretida
y pólvora.
-Vladimir Holan-
Mi casa olía a orégano y membrillos
a carburo y migas, a ajos,
a queso portugués;
mi casa olía a jabón de sosa,
a colada y a cántaro de barro,
a agua fresca, a poleo, a gazpacho.
Mi casa olía a teja vana, a frío,
a sabañones, a tos ferina;
mi casa olía a invierno,
pero sobre todo olía a verano;
a pelargonio y a higuera, a corcho.
A bolero, a “...están clavadas tres cruces”.
Mi casa olía a sopa de tomate,
a aceitunas machacadas.
Olía a cierta soledad de cortinas
echadas. A celindas.
Un día mi padre cortó el lilo
que perfumaba el patio.
9 comentarios:
Este poema es un poema boomerang!
me gusta cuando lo leo por primera vez, y me voy un tiempo y al volver me gusta más ... cada vez
un beso Tomás
Desenvuelto y mordaz llevas al que te lee hasta el final...enhorabuena por tu blog
Me gustó y me vuelve a gustar.
Es de esos poemas que haces tuyos, cambiando solo unas cuantas palabras.
Gabon, Tomás. Ta muxus.
Un día de estos me convierto en poeta
boomerang para regresar sobre mis pasos. Seguro que mejoran mis poemas.
Gracias por tus palabras, Eva. Un beso.
Bien venido a estos "folios grapados", amigo Azpeitia.
Un abrazo.
Efectivamente, Soco, algunos poemas los hacemos nuestros con tan sólo añadir un par de versos. Otras con evocar un recuerdo, y el poema ya nos pertenece.
Un beso.
Un listado (o relación de objetos) que nos lleva a un patio -andaluz- y a otro tiempo.
Gusta, es cierto, rescata recuerdos.
Amigo, qué lejos y definitivamente eliminados quedaron los patios, concurrencia de vida vecinal, como zaguanes, casa-puertas... En realidad, lo que ha desaparecido es la vida vecinal, arrastrando consigo a todos estos buenos lugares.
Pues sí, Victor, era la vida de las pequeñas ciudades o pueblos. De otra manera de vivir, lejos de la ciudad industrializada.
Ah! el patio era extremeño, como yo.
Me alegra. La mitad de la sangre que me corre por las venas es de Berlanga (Badajoz) Soy mitad-mitad
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