Los defenestrados, los inservibles,
los incapaces de ser útiles en esta pocilga
nos sentimos vivos estando nulos;
como ausentes somos precisos
para renuentes artificios de imaginería.
Algunas noches oigo
desde la memoria heredada
el carro del campanillo*.
(*) El carro
del campanillo, salía por las noches y paseaba a los rojos, en San Vicente de
Alcántara, Badajoz. Para los que incluso ignoran qué significa “paseo” en
lenguaje fascista, aclarar que “dar el paseo” era fusilar contra las tapias del
cementerio, en el lenguaje universal de cometer asesinatos.
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