Si compartes sofá con un tigre
cuantos sofás son necesarios
para entender la lenta agonía
de unas rosas rojas
en un jarrón metálico y formal
a las doce de la mañana
cuando un sol radiante entra
por la ventana y al fondo del paisaje
se ven unas hermosas
y cristalinas cataratas.
Sostener la mirada
al tigre cuando este ponga
su descomunal zarpa
delante de tu cara.
Y mantener el cuerpo recto
contra el respaldo del sofá:
su periplo de selva
deslizándose lento por tu espalda
como una liana de raíces trenzadas
balanceándose en el fondo
brillante de los ojos del felino.
Y dos: Si usted es un buen observador
podrá comprobar que una gota de agua
nunca intentará traspasar el cristal
ya que según su código genético
esta acción invasora es considerada
una redundancia. Deslizarse por tanto
es la manera culta aprendida por ella
a lo largo de los siglos
para adaptarse a la caricia.
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