A mis amigos, que andan por ahí, a troche y moche, buscando un árbol donde descansar la frente. Y pensar un rato con él.
A los arbolitos de navidad, pinos que serán arrojados a las cunetas, con adornos incluidos.
Y también a uno de mis árboles favoritos: el alcornoque. Que reúne todas las formas y todas las geometrías y todas las nubes, en un solo tronco. Formándose y deformándose hacia los lados, más que hacia las alturas, en un intento fraterno de abrazar al prójimo. A este árbol que lleva veinte años llorando por las noches. Y muriendo, víctima del cambio climático.
Año 2011. 21 de diciembre, día más corto del año. Aquí la noche amplía sus dominios. Ha comenzado el invierno a las 6:26 horas de la madrugada, casi con el vuelo de los pájaros. Madrid amanece, que dijo el cantautor.
Y sobre los escombros de la prisión de Carabanchel, hoy rota por la libertad, y la especulación inmobiliaria, un hombre que fue condenado por pirómano arboricida, a 11 años y tres meses de cárcel, de los que en realidad tan sólo cumplió la mitad, por buena conducta. (Según su expediente, prendió fuego a un pinar de la sierra de Guadarrama, calentándose una lata de fabada, y distraído por el alegre chisporroteo de las llamas saltando de ramita en ramita, según declaro al señor juez) Pues bien este hombre, sin nombre y ex presidiario, se ha quemado a lo bonzo a eso de las siete de la mañana, en un amanecer azul y malva espléndido.
Eligió para inmolarse un lugar tranquilo y soleado entre las ruinas de lo que fue su patio de paseo mientras duró su internamiento entre aquellos muros derruidos. Y sin algarabías, sin un gesto de temor, empapó sus ropas con un líquido inflamable y se prendió fuego. Con el paso de los minutos su figura se fue borrando entre el humo y las llamas, y en su lugar comenzó a aparecer el perfil difuminado de un árbol, de un frondoso árbol que se irguió definitivamente, al desaparecer en el cielo azul y malva del amanecer, la ultima voluta de humo.
Un poeta que hacía fotos del lugar, lo vio todo sin intervenir (hoy los poetas intervienen poco, y lo fotografían todo) pero emocionado, y con lágrimas en los ojos, gritó: ¡¡viva la libertad, joder!! Y disparó una foto al árbol que acababa de nacer.