jueves, 23 de febrero de 2012

Farola fundida

Jazz

Voy a escribir para mí un poema que nunca escribí para nadie
voy a escribir como si la ciudad fuera mía
como si fuera un músico que en la noche densa
de la ciudad triste
toca el piano para él.
Voy a escribir un poema como si fuera un gran poeta
que sabe escribir un gran poema
como si la vida fuera mía como si fuera un gran músico
que en la ciudad triste toca un poco de jazz
en las calles de la ciudad
sonando en todos los corazones
que van y vienen de esquina a esquina
de bus a bus
o salen vomitados por las bocas del metro.
Voy a escribir tocando y rezando una canción como un blues
como un poema como un pianista que toca poemas al piano
en esta ciudad densa llena de jazz triste.



Cronícas del pájaro

Diminutos casi no
pájaros acuáticos
lamen con la lengua el ala página
de atrevidas mariposas
que se acercan hasta ellos
para libar bajo sus alas las lágrimas
con las que adornan sus plumas.

Luego se zambullen en los ríos
ofreciendo su pecho escarlata como cebo
y los plateados lomos de los peces
se frotan creen cebarse
para ser devorados
bajo los plácidos bejucos esparcidos.

Cuando comencé a entender la mentira
ya había dejado de ser niño.
Hay un vencejo que construye un nido
con saliva transparente, casi de cristal,
pegado a rocas inalcanzables.
El hombre usa esos nidos como alimento,
mientras que yo descubría
que en tu vientre tatuado de ramas
habían anidado los zorzales
y una pareja de jilgueros.
Cuando comencé a entender la verdad
de nuevo había comenzado a ser niño. 

Adaptar una colonia de avutardas
al paisaje gris de grúas y camiones
requiere una maestría especial
donde el hombre y el pájaro se envidian.
En el interdicto encarnizadamente se atacan
pero jamás huyen
y cuando mueren
se alimentan el uno del otro
se transforman en óbitos nocturnos
en humus estiércol gas cero
un polen animado a perpetuarse
más allá de los paisajes diurnos que borra la noche.