lunes, 2 de enero de 2012

Calles de Londres

"En el café que está toda la noche abierto
a eso de las once y cuarto
el mismo hombre de siempre está sentado solo,
contemplando al mundo
sobre el borde de su taza de té…
cada té le dura una hora
y luego se va deambulando solo hacia su casa".


Algo así decía la letra de esta canción de Ralph Mctell, Calles de Londres.
Esta canción me sirvió hace cuarenta años para ser quien soy. Me sirvieron más cosas. Me sirvió la soledad para contemplar las formas de la vida. Me sirvió la belleza de cada instante, tan exacto, perfeccionándome la vida.
Pero esta canción me hizo más hombre, más mujer, persona, poeta, niño.
En aquellos tiempos un libro, una canción, una película, marcaban tu vida para siempre. Y digo en aquellos tiempos, porque en estos, no creo que a nadie le marque ya nada. Yo mismo me he vuelto dogmático, gracias a la “ayuda” de los que viven sin marcas, sin heridas, sin pasado, sin cicatrices: sin belleza.
Sigo escuchando esta canción y su recuerdo produce en mí, gratitud: agradecimiento al pasado. Me ayuda a ver el paisaje, me ayuda a ver a un joven bañándose en las aguas del río Guadiana, casi sin contaminación, a su paso por Badajoz. Me ayuda a ver a un muchacho saliendo de las aguas, mojado de naturaleza, desnudo, una belleza casi irreal, en un verano preciso, dónde conocí la ciudad y me bañé en aquellas aguas.

Pero sobre todo recuerdo los días ociosos y la melancolía que me producían los altos eucaliptos que bordeaban las amplías riberas del río y los ratos que pasé tumbado a la sombra calurosa y perfumada de aquellos mentolados árboles.

La canción sonaba en un cassette portátil de primera generación que iba conmigo a todas partes. Junto a una guitarra que no sabía tocar. Pero que sonaba de maravilla en aquellos atardeceres del Guadiana.

No sé de qué me enamoré. Pero desde entonces vivo agradecido a las calles de Londres que me enseñaron la vida. 



Ya no sufro como César Vallejo

Ya no sufro como César Vallejo,
muchos otros se dieron cuenta
de su íntimo dolor
y todos ellos decidieron sufrir
como ellos mismos,
arrastramos, eso sí, las contradicciones,
las dudas humanas que nos dejó
la sombra vertical del cholo.

VIDA DE PERRAS

El blog de Layla Martínez, “VIDA DE PERRAS”, (aquí) comenta mi poemario “Fornicaciones” en su primer post de 2012. Me gusta su comentario y su gesto.
Que los poetas tengamos este tipo de gestos entre nosotros, es todo un detalle y un ejemplo de buena convivencia entre “vecinos”. Solemos tener mala fama los poetas, a la hora de hacer amistad con otros poetas.
Doble agradecimiento por mi parte; sobre todo, y como ella misma dice "...a mí que no me gustan los poemas de amor porque no los entiendo".

Si alguien está interesado en el poemario, puede pedírmelo. Evidentemente los costes corren de mi cuenta. Y cuando dejen de pagarnos un salario, se trabajará por amor al arte. Y todo será gratis: La poesía. El amor. Y el arte.

Un beso, Layla.